viernes, 10 de septiembre de 2010

LA LECCIÓN DEL PLEBEYO

ANTES DE LEER:

¿Sabes a quién se le llamaba plebeyo?


¿Cuál crees que será el contenido del texto?


Había una vez un rey que estaba aburrido y cansado de sus bufones y consejeros, de modo que comenzó a buscar la ansiada alegría en las afueras del palacio.
Se vistió con ropas comunes y salió a recorrer las calles. Muy observador, este rey trataba de captar todo lo que ocurría a su alrededor, Es así que se interna en callejuelas, tabernas y conversa con la plebe.
Ya casi desilusionado encuentra a una persona harapienta con un vaso de agua y un pedazo de pan como único sustento. Comienza a conversar y encuentra en este hombre sabiduría por doquier.
Es así que el rey, una vez que se da a conocer como tal. Lo lleva al palacio dándole el rango de asesor.
El monarca fascinado por sus modales y su forma de expresarse, muy rápidamente le asigna ropa, un cuarto confortable y un papel preponderante en sus decisiones. Los bufones y demás consejeros al verse desplazados comienzan a urdir intrigas para poder expulsar a este “intruso”, pero todas las artimañas son desbaratadas por la ejemplar actitud de este señor, Es así, que buscan por todos los medios encontrarle un punto débil.
Hasta que un día notaron que este plebeyo a las 5 de la tarde ser recluía todos los días en un cuarto apartado del palacio. Los consejeros le hacen notar esto al rey diciéndole: “Hay una conjura. Este plebeyo y otras personas reunidas en secreto lo quieren derrocar”. El rey, que tenía un excelente concepto de él decide no hacerles caso.
Pasan unos días y ante la insistencia, decide en persona ir hasta el otro lado del palacio.
Se aproxima a la puerta y trata de escuchar las voces de los integrantes de la conjura, pero al notar que no se escuchaba nada decide abrir de improviso la puerta.
Grande es su sorpresa cuando lo ve vestido de nuevo con ropas harapientas, tomando su habitual merienda con su vaso de agua y el pan, en un cuarto desprovisto de muebles.
El rey sorprendido le pregunta por qué haces esto si no le falta nada, ni lujosas ropas, ni manjares, ni suntuoso mobiliario. A lo que el plebeyo le responde:
“PARA NO OLVIDARME NUNCA DE DONDE VENGO”

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